Espacio público y acoso sexual

Anoche platicaba con amigos sobre las noticias de la semana pasada en las que se denunciaban los acosos en las universidades de Sinaloa. Uno de ellos nos preguntó a las mujeres que estábamos ahí;

¿A poco sí es tan así de fuerte y constante el acoso que reciben?

Las seis mujeres que estábamos ahí respondimos al unísono un rotundo SÍ. Él, un poco desconcertado nos preguntó ¿y por qué si es tan constante nunca dicen nada? Las respuestas llegaron una tras otra y debo admitir que la pregunta también nos hizo reflexionar a nosotras.

De solo seis mujeres que estábamos ahí salieron diversas historias, algunas incluso hasta eran parecidas y la mayoría tenían algo en común: el espacio público; hombres masturbándose en espacios públicos frente a nosotras, comentarios sumamente incómodos, persecuciones de carros o camionetas desconocidas. Las historias iban desde el acoso más sutil hasta el más invasivo.

También hablamos de las miradas, reconocimos incluso que entre mujeres tenemos una frase popular, la de “me violó con la mirada”. Intentando responder a la pregunta de mi amigo le dije que esa era la cuestión medular
del acoso; primeramente porque es una acción difícil de probar, después porque en ocasiones es tan repentino o de las personas menos esperadas que no lo ves venir y no tienes idea de cómo reaccionar.

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Por último, porque la principal sensación que te produce es la de la vergüenza, se siente una profunda vergüenza e inseguridad a tal punto que te obliga a quedarte callada “no vayamos a avergonzar a nuestros acosadores o hacerlos pasar un mal rato en público, al rato van a pensar que soy una escandalosa revoltosa, que más bien debería sentirse alagada de que los hombres se fijen en mí”. Son pensamientos fugaces pero determinantes que al final nos hacen callar.

También le dije que en lo personal el acoso es algo que me sucede casi todos los días, y que es tan constante y repetitivo que prefiero ya no pensar en eso, en cuanto sucede intento rápidamente pasar página; “¿casi diario, te sucede casi diario?”, me preguntó otro de mis amigos. Sí -le dije- cuando no es el chofer del taxi, es el chofer del camión, un hombre gritándome, chiflándome o pitándome en la calle. A mi me ha acosado desde el
hombre que atiende en la ventanilla de mi compañía celular hasta hombres en funciones públicas.

“Es que tu caminas mucho” – me dijo una de mis amigas – “si, a mi pasaba mucho cuando iba caminando a la tienda y desde que voy en el carro ya no me pasa” – dijo otra de mis amigas -. Esta es otra arista del gran mosaico que hace notaria la exclusión de género que vivimos en el espacio público como mujeres.

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Entre más caminamos, más usamos el transporte público y más tiempo pasamos en el espacio público; más nos acosan. Nos es una cuestión de atributos físicos, es una cuestión de exposición a lo público y recordemos que los diseños urbanos androcéntricos están diseñados para enviarle el mensaje a la mujer, de que su lugar no es en lo público sino en lo privado.

 

Al final, lo bueno e interesante de nuestra conversación entre amigos fue sensibilizar aún más a nuestros amigos varones, quienes estaban sorprendidos, atentos, preocupados, pero sobre todo sensibilizados y empatizados con nosotras. Porque cuando a las víctimas de acoso les pones cara, nombre y apellido, entonces ya no solo solo números, ya no son solo historias, ya son mujeres reales que comparten la vida contigo.

Una conversación entre amigos logro sensibilización, ¿pueden imaginarse la sensibilización que puede generar un diseño urbano que funcione como de amortiguador de violencia?


Gloria C. Morales FonsecaAutora: Gloria Morales. Licenciada en Arquitectura por la Universidad Autónoma de Sinaloa. MC. en Arquitectura y Urbanismo por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Profesora e investigadora en temas urbanos.

2 thoughts on “Espacio público y acoso sexual”

  1. Patricia Fonseca Navarro dice:

    Alguien podria decir: pero mira cómo vistes, y yo les diría; nunca traje falda ni escotes y aún así sufrí en la vía pública persecuciones, manoseos, agresion verbal sexual, miradas lascivias y exhibiciones de las partes íntimas de un varón de manera permanente. Así viví mi juventud en la ciudad mientras me movía a través de ella para realizar las actividades propias de una jovencita. Como bien dicen, esa situación es tan frecuente que la llegas a considerar natural. Si los hombres supieran que al hacerlo decepcionan a una mujer de su familia tal vez lo evitarían. Y digo esto como mujer: que vergüenza que mi padre, mi hermano, mi esposo, mi novio, mi hijo, mi sobrino pudieran hacer cosas así.

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