En México y en el resto de América Latina, los roles socioculturales asignados a las mujeres nos vinculan a múltiples tareas en nuestra vida diaria, especialmente dentro del núcleo familiar. Esto las condiciona a realizar un mayor número de viajes, combinando actividades laborales con responsabilidades domésticas y de cuidado, generalmente dirigidas a otros miembros de la familia.
Esta dinámica se conoce como movilidad del cuidado, un término introducido por Inés Sánchez de Madariaga, que engloba los desplazamientos realizados tanto por mujeres como por hombres para atender las necesidades de otras personas (BID, 2016). Estos viajes pueden incluir compras de abastecimiento, acompañamiento, visitas o traslados a distintos servicios, siendo identificados que la mayor parte de estos traslados son realizados por mujeres. Esto significa que las mujeres no solo realizamos más viajes que los hombres, sino que también lo hacemos de manera más complejas a lo largo del día, con destinos variados y distancias diversas (Rodrigo Díaz, 2017). La movilidad del cuidado representa la segunda razón más frecuente de viaje, solo superada por los traslados por trabajo.
A la movilidad del cuidado se suma el concepto de persona cuidadora, ya que sin esta figura, dicha movilidad no sería posible, misma que hace referencia a aquellas personas que realizan actividades de cuidado en beneficio de otras personas dentro o fuera de su hogar. Esto puede deberse a edad, condición de salud, discapacidad o dependencia, incluyendo la atención a niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores o personas con alguna enfermedad temporal o en situación de discapacidad.
Hablar de las personas cuidadoras es reconocer perfiles diversos en cuanto a edad, género y capacidades físicas, compartiendo todas la necesidad de acceder y trasladarse a espacios que concentren servicios de salud, educación, alimentación, vivienda o espacios públicos para el disfrute, ya sea para ellas mismas o para quienes acompañan. Siendo la movilidad peatonal y el uso del transporte público la forma en la que mayormente se realizan dichos traslados.
De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022, el 75.1 % de las personas que brindan cuidados a integrantes del hogar u otros hogares son mujeres, frente al 24.9 % de hombres.
Partiendo de que las mujeres realizan un mayor número de viajes, y estos viajes mayormente los realizan acompañadas de alguien bajo su cuidado, se refuerza la necesidad de que el entorno urbano, en especial la infraestructura peatonal, reconozca y facilite la movilidad del cuidado, garantizando condiciones seguras para quienes caminan acompañando a otras personas.
En este contexto, las banquetas juegan un papel fundamental, al ser consideradas como el espacio que permite transitar de manera segura y libre, sin el temor de sufrir algún percance derivado de la mala convivencia con los vehículos motorizados. Sin embargo, en muchas ciudades del país la realidad dista de este ideal, y podemos encontrar banquetas:
Banquetas estrechas que no permiten el tránsito fluido o caminar a la par con otra persona.
Superficies en mal estado que dificultan el desplazamiento seguro.
Obstáculos como mobiliario urbano, postes y rampas mal diseñadas, así como la invasión de las banquetas por vehículos estacionados , reduce o impide el tránsito fluido de las personas, pudiendo obligar a las mismas a bajar al arroyo vehicular
Falta de infraestructura adecuada para personas con movilidad reducida o en situación de discapacidad, limitando la autonomía de las personas .
Cuando las banquetas son inadecuadas, las personas enfrentan un reto adicional al verse vulnerado su derecho a una movilidad segura, acumulando agravantes para quienes circulan al cuidado de otra persona.
¿Cómo transitar con una carriola en una banqueta llena de obstáculos? ¿Cómo guiar a una persona con movilidad reducida en una acera irregular y en mal estado? ¿Cómo llevar de la mano a una o varias infancias en una banqueta angosta? ¿Cómo guiar a una persona en silla de ruedas o andadera, en una superficie irregular?
Estos problemas cotidianos afectan de manera directa la autonomía y seguridad de quienes caminan y se trasladan por las aceras, impactando directamente en la calidad de vida de quienes las usan diariamente, especialmente de aquellas personas que llevan a cabo labores de cuidado.
Por eso quiero compartir contigo, 6 cosas que ayudan a que las banquetas sean un espacio más seguro y accesible para todas las personas :
Continua y sin obstáculos: Libre de postes, mobiliario urbano mal ubicado o vehículos estacionados que dificulten el paso.
Amplia y cómoda: Con suficiente espacio para permitir el tránsito de varias personas, especialmente aquellas que requieren dispositivos de asistencia para su movilidad,sillas de ruedas, andaderas o carriolas.
Superficie en buen estado: Pavimento nivelado y sin grietas, evitando riesgos de caídas o tropiezos.
Con cruces seguros: Rampas accesibles, señalización adecuada y tiempos suficientes en semáforos para atravesar con tranquilidad.
Iluminada y segura: Espacios bien iluminados que brindan sensación de seguridad a cualquier hora del día, especialmente para mujeres y personas en situación de vulnerabilidad.
Franja de arbolado y mobiliario para el descanso
Porque sí, el tamaño de las banquetas importa, pero también su calidad, accesibilidad y seguridad. Una buena banqueta no es un lujo, es un derecho