Como ya es sabido, durante los primeros días de noviembre, las ciudades mexicanas se transforman. El sonido del tráfico se comienza a combinar con música, aromas de incienso y flores que llenan los mercados y los panteones. El Día de Muertos no solo es una celebración del recuerdo, también es uno de los momentos del año en que el peatón vuelve a conquistar espacios el espacio público.

Las calles que normalmente están dominadas por los carros se convierten en caminos delimitados de cempasúchil, mercados temporales y escenarios culturales. En los centros urbanos, calles y plazas, los peatones retoman la ciudad: caminan en grupo, visitan altares, asisten a desfiles y se genera una vida pública en las ciudades que solo en esta época se percibe.
Por unas horas o días, las calles recuperan su escala más humana. El tráfico se detiene y la ciudad se vuelve más accesible y compartida. Aunque esta transformación es efímera nos revela que cuando el espacio público se diseña para las personas, la vida urbana florece.
El Día de Muertos también es una oportunidad para reflexionar sobre la seguridad vial y la memoria de quienes han perdido la vida en nuestras calles. Cada año, en México mueren miles de personas por siniestros viales, no son solo números, detrás de cada número hay una historia que merece ser recordada.
Otra manera de honrar a quien han perdido la vida también es cuidar la vida de los vivos. Parte del luto puede transformarse en exigencias de calles más seguras, velocidades bajas e infraestructura que proteja a los más vulnerables.
Tal vez el verdadero homenaje sea construir una ciudad más humana donde nadie más tenga que seguir el camino de cempasúchil por causa de un siniestro vial.

Como es sabido, durante esta festividad, los panteones se convierten en centros de atracción de viajes. Familias enteras caminan, llevan flores y veladoras, cargan sillas o carretillas e incluso algunas llevan hasta la banda. Sin embargo, no todos los cementerios cuentan con la accesibilidad óptima, ya que nos encontramos con banquetas deterioradas, calles sin iluminación, transporte público limitado o falta de rampas dificultan el acceso, especialmente para personas mayores o con discapacidad. Todo esto nos recuerda que el derecho a la memoria también depende del derecho a la movilidad.
Si una ciudad busca verdaderamente ser inclusiva no solo debe garantizar que todos puedan llegar a sus destinos cotidianos, sino que también puedan llegar a esos lugares donde la cultura, la religión, la fe y la nostalgia se encuentran.
En Culiacán, donde la movilidad aún enfrenta muchos retos, estas fechas son una oportunidad para repensar la ciudad: para recordar que la seguridad vial también es una forma de respeto, y que reconquistar las calles para las personas es una manera de honrar la vida.
El Día de Muertos nos enseña que el espacio público puede ser algo más que un espacio para transitar, sino que también es para habitarlo. Puede ser un lugar de encuentro, de expresión, de memoria y de vida. Si cada altar honra una historia, cada calle con infraestructura segura puede evitar que otra se termina.
En estos días de flores y recuerdos, recordemos que reconquistar la ciudad y su espacio público para las personas es también una forma de honrar la vida.

