Si no has escuchado sobre la pirámide invertida de la movilidad urbana, o la has visto pero quisieras comprenderla mejor, aquí te contamos de manera clara y sencilla por qué es una herramienta fundamental al momento de diseñar los espacios públicos en las ciudades. Primero, es importante entender que la movilidad urbana abarca todo desplazamiento que se realiza dentro de la ciudad, del “punto A” al “punto B”, sin importar el medio de transporte que utilicemos: caminando, en bicicleta, en transporte público, entre otros. Esta actividad es esencial, no solo porque se practica diariamente en el espacio público, sino porque garantizarla es el primer paso para acceder a otros derechos y servicios como la educación, la salud y el trabajo.
La pirámide invertida representa los niveles de prioridad que deben tener los distintos usuarios de la vía pública, colocando en la parte superior a quienes deben ser atendidos primero, y en la inferior, a quienes deben tener menor prioridad. Este orden también refleja el grado de sustentabilidad de cada modo de transporte: de los más sostenibles a los menos sostenibles.
Este principio ya se encuentra establecido en la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial de México, así como en las leyes y reglamentos del estado de Sinaloa.
Peatones: Son la máxima prioridad, ya que son los usuarios más vulnerables al no contar con un vehículo que los proteja. Además, los peatones no son otra cosa que personas, y ningún medio de transporte debe estar por encima de ellas.
Ciclistas: En segundo lugar se encuentran quienes se desplazan en bicicleta, pues también son vulnerables y, además, utilizan un medio de transporte económico, sustentable, saludable, que no emite gases contaminantes y ocupa poco espacio en la vía.
Transporte público: Ocupa el tercer nivel. Aunque genera emisiones, su impacto ambiental es menor porque puede mover a muchas personas en menos espacio y tiempo. Además, dentro de los vehículos motorizados, es el más seguro en términos de seguridad vial.
Transporte de carga: Se ubica en cuarto lugar por su función esencial en la vida económica de la ciudad: transportar bienes y provisiones.
Autos y motocicletas privadas: A pesar de su uso extendido, ocupan el último lugar en la pirámide. Se trata de medios privados que, por lo general, trasladan a una sola persona, ocupan gran espacio en la vía pública, son altamente contaminantes y están involucrados en la mayoría de los siniestros viales.
Los beneficios de diseñar nuestras calles con base en esta jerarquía de usuarios son muchos. Aquí te compartimos tres fundamentales:
1. Seguridad vial: Diseñar infraestructura desde la perspectiva del usuario más vulnerable, el peatón, permite garantizar su integridad física. Y si las personas que caminan están seguras, también lo estarán quienes usan otros modos de transporte.
2. Sostenibilidad: Mejorar las condiciones para peatones, ciclistas y usuarios del transporte público incentiva una movilidad más amigable con el medio ambiente y más accesible económicamente para la mayoría de la población.
3. Equidad: Planificar calles desde esta lógica permite construir espacios públicos más democráticos, donde cada persona tiene un lugar justo y seguro para desplazarse.
Una ciudad centrada en las personas es, sin duda, una ciudad más justa, segura y habitable para todas y todos.