De Peatones: Líneas de deseo

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Más de una vez hemos escuchado afirmar y defender la idea de que el peatón debe cruzar por las esquinas. Se usa el argumento de que, así como el automovilista tiene normas y reglas que cumplir,  también el peatón debe transitar con responsabilidad por las calles de la ciudad. La contraparte de esta idea tiene su fundamento en un principio básico del instinto humano, el cual ha despertado fascinación entre quienes se dedican al diseño de ciudades. Esta idea determina que, cuando una persona se desplaza a pie, siempre buscará de manera intuitiva, el recorrido más corto para llegar a su destino. Estos recorridos compulsivos o atajos han sido denominados ‘‘líneas de deseo’’.

Mi deseo es caminar por ahí: Las líneas de deseo

Las líneas de deseo son aquellos trazos -ya sea física o imaginariamente- en aquellos lugares por los que un peatón se desplaza desde un punto hacia otro, tomando, según su percepción, el trayecto más corto. Suele asumirse que este fenómeno es causa de la pereza, un mal hábito o, incluso, que se hace de manera consciente. En todos los casos, no obstante, no suele ser así. En realidad, esto se debe a un instinto desarrollado en todos los seres vivos: 
Tratas de guardar la mayor energía posible por medio de siempre recorrer la menor distancia para llegar al lugar al que nos dirigimos. Es por ellos que solemos recurrir a buscar un atajo que nos ahorre aunque sea unos segundos en el recorrido.
Lo mencionado anteriormente es una de las principales razones por las que los puentes antipeatonales no son usados por las personas. Incluso si esas personas gozan plenamente de todas sus capacidades motrices.

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Las líneas de deseo son también motivo por el cual, si una persona se encuentra a mitad de una cuadra, y teniendo su destino justo del otro lado de la vialidad, optará siempre por la opción más rápida. Aumentar 30 o 50 metro, incluso más a su recorrido, solo porque “debe hacerlo, es una percepción errónea que nos hemos ido creyendo. Son estos comportamientos los que debemos observar y tomar en cuenta al momento de diseñar la ciudad. El diseño urbano debe obedecer y tomar de guía el instinto humano, estos deben ser compatibles, puesto que las ciudades deben estar siempre diseñadas para las personas que las habitan. ¿Qué pasa entonces cuando los gobiernos y desarrolladores diseñan arbitrariamente o intentan ordenar a las grandes masas indicándonos por donde deben de cruzar las calles o qué rutas tomar para llegar a su destino? El diseño de las ciudades es entonces ignorado por los usuarios, se crea conflicto entre quienes transitan por la ciudad, los automovilistas culparán a los peatones por cruzar por lugares ‘‘no deben’’ y el peatón seguirá corriendo peligro ante el diseño mal adaptado para sus necesidades.

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Los intentos por ordenar y controlar estas dinámicas humanas son una lucha que tiene como oponente el instinto humano y, el ir en contra del instinto humano es luchar una batalla perdida. Es por esto que debemos diseñar ciudades a partir de observar, analizar y tomar como un patrón a seguir las dinámicas urbanas naturales de quienes recorren las calles. Debemos ver a aquellas personas que viven el espacio urbano de una manera más directa. Las y los peatones, son quienes aportan mayor valor al espacio público, a los que las ciudades pertenecen desde hace siglos y seguirán perteneciendo, puesto que, la vida de una ciudad radica en su gente.

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