Nuestro desplazamiento no solo depende del modo de transporte que utilizamos ni del humor con el que salimos de casa: el clima juega un papel muy importante en la ciudad y en cómo salimos a realizar nuestros desplazamientos, ya sea escuela, trabajo o a realizar nuestras actividades recreativas, en la mayoría de estos recorridos son los usuarios vulnerables los más afectados.
La lluvia, el calor extremo, los vientos fuertes o las bajas temperaturas pueden cambiar nuestras rutinas, puede influir en la seguridad vial e incluso modificar el medio de transporte que decidimos utilizar ese día.
Un ejemplo común ocurre en temporada de verano: debido al intenso calor que vivimos en la ciudad, muchas personas restringen sus salidas a ciertos horarios para evitar la exposición al sol.
Como peatón:
La experiencia de caminar cambia según las condiciones meteorológicas.
Lluvia: las banquetas resbaladizas, los charcos y la visibilidad reducida aumentan el riesgo de caídas o de ser salpicado por un vehículo. También es importante salir de casa preparado con paraguas o impermeable. En estas condiciones, muchas personas optan por rutas más cortas.
Calor extremo: la exposición prolongada al sol puede causar fatiga o deshidratación, lo que lleva a caminar en horas más frescas, buscar sombra constantemente o incluso evitar trayectos que normalmente serían cómodos a pie.
Lluvia: la lluvia exige mayor precaución en giros y cruces, además de que cambia las condiciones en el terreno. En muchas ocasiones, esto lleva a que ciclistas opten por no usar este medio.
Calor extremo: incrementa el desgaste físico y la necesidad de hidratarse, lo que también puede desincentivar el uso de la bicicleta.
El clima afecta tanto la espera como el servicio.
Lluvia o tormenta: provoca retrasos y alarga los tiempos de espera, en muchas ocasiones las paradas no cuentan con protección, dejando a las personas expuestas.
Calor extremo: puede hacer incómoda la espera y el trayecto, sobre todo si las unidades de transporte no tienen ventilación o aire acondicionado.
La motocicleta es muy sensible a las condiciones climáticas.
Lluvia: disminuye la adherencia de las llantas y aumenta el riesgo de derrapes, además la lluvia reduce la visibilidad.
Calor o frío extremo: afecta la comodidad, ya que el equipo de protección puede ser sofocante en verano y menos eficiente en invierno.
Lluvia: reduce la visibilidad y la tracción, obliga a manejar más despacio y aumenta la probabilidad de embotellamientos.
Calor extremo: puede ser incómodo si el auto no cuenta con aire acondicionado, especialmente tras permanecer estacionado sin sombra.
Existen acciones o medidas que pueden mejorar los entornos sin importar el clima, por eso el diseño urbano y las Políticas públicas de diseño de espacio público son sumamente importante para mejorar nuestros entornos para lograr espacios de seguridad para todos.
Algunos ejemplos son la falta de infraestructura adecuada que generan encharcamientos en temporada de lluvias o que afectan la movilidad en general, también la arborización urbana influye en la comodidad para caminar o esperar transporte, además de la reducción de las famosas islas de calor.
Dentro de los impactos de salud, los efectos del calor y el frío causan variantes como golpes de calor, deshidratación o hipotermia, además ciertos fenómenos (como inversión térmica o viento fuerte) empeoran la calidad del aire atrayendo problemas respiratorios.
Conclusión
El clima es un factor invisible pero poderoso en la movilidad urbana. Planificar con anticipación y ajustar los horarios de salida puede marcar la diferencia entre un trayecto seguro y uno lleno de complicaciones. Adaptarse a las condiciones meteorológicas no solo mejora la experiencia de viaje, sino que también aumenta la seguridad de todas las personas en la vía.