Peatón: “¿Comiste ligas, o qué?”

Peatón: “¿Comiste ligas, o qué?”

Una expresión muy habitual para los culichis, usualmente empleada para expresar su molestia o desenfadarse cuando se trasladan en sus automóviles y algún peatón o ciclista “imprudentemente” interrumpe su trayecto al intentar cruzar la calle por un lugar aparentemente indebido.

Esto nos conduce a preguntarnos ¿Qué sitios son adecuados para transitar o cruzar? La ciudad es de todos equitativamente y las intervenciones viales en beneficio de la seguridad vial deberían serlo de igual manera.

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Ocasionalmente al construir una nueva vialidad se idealiza una calle eficiente que agilice el trayecto al automóvil. De esta forma descuidamos  las necesidades que requiera alguien que no utilice este medio para transportarse. Desde la accesibilidad a través de banquetas y rampas, la infraestructura para la pacificación vial como lineas logaritmicas, cruces seguros y reductores de velocidad, hasta la vegetación que brinda confort a los transeúntes.

Los trayectos impuestos no son los indicados por múltiples factores: como lo son la inseguridad por falta de iluminación, la obstaculización por parte de los automóviles, la ineficiencia de los puentes peatonales y de las aceras para las personas con discapacidades. No se cuenta ni con la infraestructura más básica para una movilidad digna, lo que lleva a los peatones a crear sendas que por sus necesidades y seguridad prefieren tomar a las designadas.

¿Por qué los peatones son imprudentes?

Este comportamiento asume que peatones y ciclistas son responsables de los siniestros viales en la ciudad sólo por estar presentes en la vía pública.  En algunas ocasiones el contexto urbano o las condiciones físicas son las que los han orillado a actuar de esa manera. 

¿Comiste ligas, o qué? viene de la ausencia de respeto a otro tipo de modalidades y de la carencia de empatía por otras personas. Viene de los conductores que toman como únicas sus necesidades particulares y no dan el protagonismo al peatón dentro de la ciudad, quienes son mayoría y los más vulnerables. 

El imaginario es la convivencia pacífica de todas las modalidades, donde el automovilista ceda el paso al peatón y respete a los ciclistas con los que comparte la vía. Donde el conductor reflexione que unos segundos de su tiempo podrían significar evitar una muerte. Donde recuerde que todos somos peatones en algún momento del día y que el derecho a moverse por la ciudad es universal y no debe reservarse solo a los propietarios de automotores privados.

Ojalá fuésemos de plástico.

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